Comodidad: Aferrarnos a nuestras áreas de confort, este es uno de los motivos que nos llevan a postergar una actividad que tenga un grado de esfuerzo superior al que venimos acostumbrados a realizar en nuestro día a día. Por lo que, elegimos dejar dicha tarea para después o inclusive no realizarla, aun cuando dicha actividad traiga más beneficios que las del hacer cotidiano.
Perfeccionismo: El ser perfeccionista es una virtud muy positiva, sin embargo caer en cualquier exceso es malo; debido a que somos capaces de abandonar la realización de una actividad al encontrarnos con el más mínimo error y sin detenernos a corregirlo, caemos en dejarlo para después. Aun cuando resulta contradictorio al ser perfeccionista, inconscientemente no querer afrontar un error, hace que despeñemos la procrastinación.
Buscar justificaciones: Cuando tenemos cierto rechazo a realizar una actividad, buscamos cualquier justificación para no realizarla. Es una forma inconsciente de tranquilizar a nuestro yo interno, para que no nos reclame por dejar de hacer algo importante y que nos traerá beneficios. Sin embargo, estos temas van mucho más allá de la realización o no de una actividad o proyecto de nuestro entorno laboral o académico, sino que pueden estar ligado a afectos, relaciones o sentimientos.
Temor: El temor a fracasar realizando una actividad importante es otro factor que nos lleva a posponer una actividad; ya que permitimos que nos invada y en muchos casos este sentimiento nos paraliza; cabe destacar, que en este punto, no sólo posponemos cosas de nuestra vida laboral o profesional, sino en la parte personal.